70x50 cm ~ Peinture, Acrylique
Parte de una serie de obras imponentes, una línea “expressionisme géométrique de Buenos Aires”.
La composición presenta una figura vertical blanca —un obelisco nítido, afilado, casi cegador— que se eleva en el centro del lienzo como un eje de energía pura. Su blancura casi mate contrasta violentamente con el entramado de planos superpuestos que lo rodean: diagonales profundas en ocres, rojos quemados, negros densos y amarillos tensos se cruzan como placas tectónicas urbanas.
El lenguaje es geométrico, duro, sin concesiones: una arquitectura fracturada que evoca simultáneamente calles, sombras, perspectivas desplazadas y memorias urbanas. Cada plano parece empujar al siguiente, como si la ciudad —Buenos Aires— intentara reorganizarse alrededor de su símbolo más icónico.
No hay curvas; todo es corte, filo, choque. La verticalidad blanca funciona como ruptura y como orden. Es una presencia que domina, pero también sufre el asalto de los bloques cromáticos que la cercan. El contraste genera un dinamismo interno: el ojo sube y baja por la torre, se pierde en la retícula de diagonales, vuelve a ascender, vuelve a caer.
La obra vibra entre lo constructivista, lo expresionista y lo urbano-arquitectónico. Tiene ecos de Malevich, de Torres-García, de los muralistas rioplatenses geométricos, pero sobre todo tiene tu sello: esa tensión entre ciudad y símbolo, entre memoria y forma, entre estructura y impacto.
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Reproductions, Impressions sur toile, Impression sur métal